Luis. R. Robles J. Agosto 2022
Desde nuestro origen, los seres humanos hemos tenido la tenacidad de explorar más allá de los límites que nuestra propia naturaleza nos permite, de esta forma los primeros grupos humanos cruzaron el estrecho de Bering y sortearon todo tipo de climas y geometrías desafiantes para poblar el continente americano dónde florecieron importantes culturas, así mismo, por primera vez algún aventurero armó alguna primitiva balsa de madera con la que, a merced de tempestades y marejadas navegó para encontrar nuevos lugares y oportunidades y su experiencia llevó a otros a intentarlo y así nacieron los grandes barcos mercantes que unieron Europa con Asia y posteriormente con América. También estuvieron los que soñaban con volar y lo intentaron hasta lograrlo, primero unos metros, luego de una ciudad a otra, hoy somos capaces de ir al espacio y si lo pensamos bien, los astronautas se sientan sobre miles de litros de combustible inflamable para que una explosión controlada los lleve fuera de la atmósfera.
Con mucha razón se dice que el que no arriesga no gana y hoy hablaremos de un grupo de personas con este gran impulso de aventura y deseo que los ha llevado a vivir por largos periodos debajo de la implacable presión de 3 atmosferas (300 toneladas de agua y aire sobre sus cabezas), los acuanautas del laboratorio de investigación marina Aquarius. Es un laboratorio submarino que pertenece a la Universidad Internacional de Florida y se encuentra en el arrecife Conch, dentro del Santuario Marino de los Cayos de Florida a unos 25 metros de profundidad.
No es el único de esta clase, en el mundo existen diferentes bases submarinas que cumplen propósitos científicos, uno de los primeros y más famoso fue el Conshelf II, dónde hace 50 años trabajó el famoso oceanógrafo Jacques Cousteau. Es precisamente su primer nieto, Fabien Cousteau quien lidera una investigación en Aquarius y que está por romper el récord de días consecutivos viviendo bajo el mar.
Vivir en una base submarina no es fácil, al igual que otros ambientes aislados requiere de mucha entereza mental y emocional, para ir a la superficie o bajar al laboratorio hay un estricto protocolo que incluye las reglas de seguridad del buceo más otras específicas de las instalaciones, es importante tomar en cuenta que bajo tres atmósferas de presión el aire que respiran los acuanautas durante las horas laborales está comprimido a fin de equilibrarlo con el que se respira en los tanques de buceo, si un acuanauta saliera rápidamente a la superficie podría sufrir un problema grave, pues un cambio rápido de presión puede generar burbujas en la sangre y causar la muerte.
Además, la costa está a unos 10 kilómetros de distancia del arrecife y es necesario llegar en barco al punto de inmersión. Los espacios dentro del laboratorio son estrechos, el agua potable y los víveres son limitados por lo que controlar el estrés es vital. También existen otras dificultades a tomar en cuenta, por ejemplo los acuanautas no reciben luz solar por lo que la producción de vitamina D disminuye y la piel se vuelve más sensible a erupciones, por todos los motivos mencionados.
Pasar 31 días bajo el agua puede ser toda una odisea, no obstante, el equipo liderado por Cousteau y otros investigadores han generado información muy valiosa y piensan que hay resultados reveladores que indican que una vez más, el ser humano ha logrado ir más allá de su plasticidad natural y adaptarse a ambientes hostiles. Si deseas vivir la experiencia de ver ambientes subacuáticos sin pasar por el estrés de los acuanautas, ven a Acuario Michin y sorpréndete con nuestros pabellones.